MARIA de Jorge Isaacs

Spanish 325K Primavera de 2008

Prof. Nicolopulos

Crítica y escenas de la novela María de Jorge Isaacs

(Colombia, 1867)



". . . el revuelo de un ave que al pasar sobre nuestras cabezas dio un graznido siniestro y conocido para mí, interrumpió nuestra despedida; la vi volar hacia la cruz de hierro, y posada ya en uno de sus brazos, aleteó repitiendo su espantoso canto".



Apreciaciones críticas de María:

De las dos formas típicas de la novela romántica, una, la truculenta y sombría, fue desapareciendo gradualmente, en tanto que la otra, la idílica, se mantuvo y dio su fruto más sazonado en la María (1867) del colombiano Jorge Isaacs (1837-1896): historia perfecta en su estilo, en la que sobresalen, junto a una delicada intensidad de sentimientos que está en el límite del sentimentalismo, los paisajes esquisitos --que han conquistado para los lectores la admiración por el valle del Cauca--, y la pureza de su prosa.

(Pedro Henríquez Ureña, Las corrientes literarias en la América hispánica [México: Fondo de Cultura Económica, 1949] 147).




La caza del tigre




Jorge Isaacs (Cauca, 1837-1895) es el autor de la excepcional María (1867). María dista de ser una novela interpretada de un modo unívoco y siempre aprobatorio. La crítica le mezquina de ordinario lo que el público lector de lengua castellana le ha brindado, casi desde la primera hora, hasta convertirla en una de las obras más leídas y con mayor número de ediciones en la literatura de nuestra lengua.

Es, de las novelas decimonónicas, la historia de amor funesto más sugestiva, sentida y llena de signficado. La novela narra los amores de dos jóvenes adolescentes que dan contenida vida a su primer amor . . . . El encantamiento sensual o la vehemencia de la pasión juvenil es sublimada en objetos o manifestaciones diversas del amor por el otro --flores, guedejas, pañuelos, anillos--; objetos que sellan una promesa, pagan una culpa o compensan un agravio. Una sensualidad delicada y real se manifiesta en roce de casualidad, presiones tiernas, besos, visión sorpresiva de la desnudez de hombros, manos o pies, que son objeto de maravilla constante.

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La acechanza de esa fatalidad encontrará réplica adecuada en la visión del paisaje en los capítulos en que se narra la navegación del río Dagua, cuadro de las ominosidades de la naturaleza y pasaje de pruebas de terror y miedosa prevención para Efraín. Condicionan el clima atemperado al estado de ánimo del joven: selva y noche inciertas para los temores y terrores de una carrera contra la muerte. Esta visión de la naturaleza es precursora de la catedralicia visión de Rivera en La Vorágine y de la visión naturalista del Mundonovismo. Ninguna novela de la tradición decimonónica anticipa más claramente esa exaltación americanista como María. Esta exaltación es multidimensional en la novela de Isaacs y está fuertemente particularizada por la sensibilidad romántica y chateaubriandesca y ajena, por tanto, al naturalismo y a la agonía romántica de la obra de Rivera.



El viaje en el Río Dagua


La dimensión espacial con todo su pintoresquismo del color local, magnificado y teñido sentimentalmente en la evocación, se articula en un vasto mosaico . . . . .




El Río



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La emoción lacrimosa pone la novela en la línea sentimental del Romanticismo para delatar no sólo la emoción de la belleza, sino también la nostalgia de la felicidad perdida, la porción de dolor y muerte que yacen en la experiencia temprana de la vida.




"Una tarde, tarde como las de mi país, engalanada con nubes de color violeta y lampos de oro pálido, bella como María, bella y transistoria como fue ésta par mí, mi hermana y yo, sentados sobre la ancha piedra de la pendiente, desde donde veíamos a la derecha en la honda vega rodar las corrientes bulliciosas del río, teniendo a nuestros pies el valle majestuoso y callado, leía yo el episodio de Atala . . . . ." (María cap. 13)


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Un coro de personajes pintorescos completa la caracterización en esta novela. Los campesinos de las haciendas vecinas y los negros llenan un momento de brillante color local con sus notas alegres, dicharacheras, y su música. Todas estas caracterizaciones responden al tipicismo edénico del mundo, a la patriarcal perfección del régimen de la vida, donde la caridad, la piedad, el amor y la justicia reinan por doquier.



"Extendida en el patio la grande y aterciopelada piel, las mujeres intentaron exhalar un grito; mas al rodar la cabeza sobre la grama no pudieron contenerse". (María cap. 21)


El período romántico y el realismo de esta generación no pueden cerrarse mejor, tal vez, que con esta novela que realiza algunos ideales del americanismo literario en forma inigualada hasta entonces y que anticipa futuros logros de probada eficacia. Los signos del período marcarán la visión de la naturaleza con los atributos animadores que el romanticismo había traído a las letras.

(Cedomil Goic, Historia de la novela hispanoamericana, 2a. ed. [Valparaíso: Ediciones Universitarias, 1980] 99-103).




La cabeza del tigre



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